Ego

Del latín “yo”. Según Sigmund, una entidad atrapada entre el instinto y la cultura.
El ego es una cosa muy particular. Todos tienen una relación muy particular con él, pero yo la tengo demasiado en evidencia… todo lo que se suponen que son mis vocaciones tienen con él una peligrosa obsesión.
El egocentrismo de los artistas es vox pópuli, y es de esperar, ya que ellos son su propio refugio. Sin embargo, de todas las tribus, el que más problemas tiene al respecto es el actor. Es lógico: es el único cuyo arte sólo tiene sentido siempre en su presencia. “No temo a la muerte, es sólo que no quiero estar ahí cuando ocurra”, dice Woody Allen. Y así como él no se zafa de esa, el actor tampoco puede zafarse de la suya. Los músicos, los poetas, los pintores, todos crean y luego regalan (o venden) su arte al planeta y la historia. Pero el actor no puede hacer lo mismo. El actor es acción, y su acción sólo es posible en su presencia. Su exposición es tremenda. Y la mirada del otro le pesa “en vivo y en directo”. ¿Cómo no esperar de su parte cierto caprichismo y divismo?
El publicista tiene un complejo parecido, atrapado por la ambigüedad constante que hay en la naturaleza de la profesión: ¿es realmente una inversión? ¿No huele un poco a manipulación por acá? ¿Vó decí que tiene algo de artístico? Al hecho de ser una disciplina cuya propia existencia vive cuestionada, encima se suma el estigma moral. Y el publicista, fiel a su propia condición, creó una imagen para ello, eligiendo autodesignarse como creativo. Ni el más arriesgado de los artistas fue tan lejos, al convertir un adjetivo –no cualquiera, uno que tiene estrecha relación con la innovación- en sustantivo. Su sustantivo. Y el desafío se vuelve ser fiel a ese nombre. Si lo logra, trabajo está hecho.

Y el periodista. El más peligroso y sagaz de todos, porque siempre logra que su ego no quede en evidencia en ningún registro. Pero tiene un rol macabro: se cree el dueño de la verdad. Es el dueño de la verdad, porque siempre logra volver fantasma su poder sobre la “noticia” a los ojos del espectador, convirtiéndose en el maestro de la manipulación desde que comenzó la historia.
¿Su mayor logro? Convencer que hoy, en el siglo 21 es el único portador de la verdad y la justicia.

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