Todo lo que aprendí sobre los espejos de colores.

Desde siempre -esto es, desde la primera vez que lo escuché, aún cuando todavía ni sabía leer- quise saber por qué la felicidad era ser príncipe o casarse con uno.
Que mi vida haya carecido por completo de un respeto hacia las variadas monarquías o a la institución del matrimonio desde la mismísima gestación no anula la necesidad de un argumento sólido y fundamental al respecto.
Quien quiera hablar, que hable.

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