La rubia de la cuadra

Tengo en la publicidad a mi primer amor. Uno de los más grandes, marcado a fuego en toda la piel, y la sangre. Siempre vuelvo a ella, porque es mi punto de comparación con el mundo.
Es mi modo de entender el mundo.
Me provoca una fascinación que nada ni nadie supo despertar en mí. No conozco nada más humano que ella. Es discurso, es verdad, es mentira, es negocio, es arte. Moderna y prehistórica. Interesada, ambiciosa, problemática, concisa, directa, vueltera.
Al corazón, al pubis, incluso al cerebro.
Seduce.
¿Convence?
Te enrosca, te aburre, te mata, te olvida, te come, te asfixia. Te gana.
Hija de padres tan disimiles como la propaganda y el mercado. Con su genética tan repleta de calle y de tanta biblioteca. Y camina por todos los sentidos como si fuera la dueña del lugar.
Y hoy, embebidos en el capitalismo posmoderno que supimos conseguir... Hoy, sumidos en el tupper del temor al otro incluso a plena luz del día; la publicidad tiene el poder.
La publicidad tiene el secreto de la felicidad: sólo porque es todo lo que la sociedad espera de sí misma.
Y la boicotean, y la blasfeman. Con razón; y sin ella.
Pero mirándola y deseándola; siempre en horario central.

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